JUSTICIA

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Thursday, February 23, 2006

JUSTICIA - IGUALDAD DE OPORTUNIDADES

En la práctica franciscana, la Justicia va más allá de la distribución equitativa de bienes. La justicia adquiere una dimensión de compasión y cuidado solícito, que lleva a dar a cada cual lo que realmente necesita. La justicia vista desde la alianza y la compasión va más allá de los derechos estrictamente básicos. Supone una relación ligada, obligada al otro. Relación que nos llama a cubrir los derechos que no pueden ser exigidos por nadie, pero si dados gratuitamente, de tal forma que si no se dan no hay vida posible: consuelo, esperanza, amor, ilusión, alegría…

ACTIVIDADES

1. LA JUSTICIA COMPASIVA
Hna. Carmen Pons, hfi.

TRABAJO:
o Leer Anónimo de Perusa 50 y Leyenda de Perusa, 17
o Analizar el texto
o Sacar las consecuencias de una justicia distributiva y lógica y una justicia compasiva
o ¿Cómo cambiar nuestra vida hacia esa justicia compasiva?

EL CONFLICTO POLÍTICO ECONÓMICO, SUSTENTO DE LAS RELACIONES HUMANAS.
La leyenda del Lobo de Gubbio nos muestra que no es posible que la persona viva sola. Nos necesitamos unos a otros. La justicia es recuperar ese proyecto original de Dios, que dice “No es bueno que el hombre esté solo”. Y desde el principio la persona, hombre y mujer, se empeña en seguir otra palabra: “el más fuerte es el vencedor”. No necesitas a nadie. Tu eres soberano y único.
Cuenta el Génesis que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Nadie puede tratar a los demás como cosas o como nada. Somos espíritu de Dios y por lo tanto, e igual que él hizo, carne de la carne de los demás. Ahí está el fundamento de la justicia.
El Génesis subraya la necesidad de vivir en comunión. Somos seres relacionales, algo que Francisco entendió perfectamente.
Al romperse la inocencia original del principio, hay que rehacer el proyecto. Y con la libertad dada ya al hombre, Dios mismo deja que decida su destino, aunque él sigue empeñado en la justicia fundamental que ha de regir la vida humana.
Dos modos de entender la relación:
El Contrato, narrado en “EL Leviatán” de Thomas Hobbes. Basado en el temor a quedar sin nada. Se alimenta la agresividad y el egoísmo mercantilista. Vale más quien más tiene. El que rige este Contrato es el Estado, a quien debemos obedecer
La Alianza, narrada en el Génesis. La relación se basa en el reconocimiento del otro, del tu. No es posible saberse a sí mismo, saber que yo existo, sin reconocer primero que existe el otro, el tu, del que formo parte. El reconocer al otro con su dignidad y valor sagrado hace que entendamos la relación no como interés, como compasión, es decir como un padecer juntos, una caminar al lado uno del otro, un tener los bienes iguales. Llegamos al “nosotros”

PERSPECTIVA FRANCISCANA
Francisco ni fue un revolucionario, ni un científico social. Sin embargo, vio más allá del sistema económico y político de su tiempo. La sociedad en la que vivía estaba marcada por grandes divisiones entre nobles y burgueses (cf. LP 35, 2 C 37), entre los siervos y sus amos, entre Asís y Perugia, entre el papa y el emperador. Una y otra vez esas divisiones originaban sublevaciones y guerras.

A). Respuesta de Francisco al conflicto político-económico

  • Ante el sistema del poder. Francisco no desprecia a los “representantes del poder”. El reconoce que son seres humanos como todos los hombres. El sabe, “Dios es Señor nuestro y de ellos, y los puede llamar hacia sí, y, una vez llamados, justificarlos” (TC 14,58). Pero Francisco rompe ese sistema. El no desea ningún tipo de dominación y ningún poder como lo escribe en su regla (1 R 7). Francisco, Clara y sus hermanos y hermanas rechazan los signos que adopta una sociedad para “infundir respeto”: portar armas, poseer caballos, usar dinero, vivir con lujos y pompa, gozar de tiempo libre, vestir ropa fina y elegante, vivir en castillos, poseer libros, tener títulos, orar con palabras escogidas. Introducen “nuevos signos”, que demuestran precisamente lo contrario: él anda a pie, no tiene armas, trabaja, pide limosna si le es negado el sueldo, se viste con trajes sencillos y campesinos, vive en cuevas e Iglesias pobres, no quiere saber nada de libros y ciencia que sólo alimentan la vanidad; en vez de usar grandes títulos, utiliza nombres humildes: hermanos menores, ministro (siervo), guardián; su lenguaje es sencillo y respira paz (cf. RCl 6,7 s.). Aun más decisivo es el rechazo de todo ejercicio de poder hacia adentro. Francisco y Clara renuncian a títulos de precedencia sobre sus hermanos y hermanas: la Orden es una familia de “hermanos menores” y de “hermanas menores” (cf. 1 R 5,12; 2 C 184; 1 C 38; RCl 4,22; Regla de la Tercera Orden Regular 7,23; 8,25.27).
  • El sistema del dinero. Pero no sólo el poder y sus estructuras son rechazados, sino también el dinero y sus obligaciones. Francisco y sus hermanos rechazan cualquier dinero para vivir. De esta manera, ellos se oponen al control social y a la injusticia.
  • El respeto a las diferencias y la comunión de lo diverso. Para Francisco la justicia y la paz han de ir unidas inexorablemente a la libertad, a la necesidad de la diversidad de cada cual, a la necesidad de comunión que sólo puede darse precisamente en el respeto y aceptación de las diferencias.
  • La libertad como ob-ligación. La libertad personal implica la libertad de los otros. Supone que las personas estemos ligadas unas con otras, de tal forma que nos convertimos en sangre y carne unas de otras. De ahí que sea imposible la vida plena sin el compartir la esperanza, el amor, el dolor, el consuelo, la fe, la paz y el bien.

    EL MOVIMIENTO FRANCISCANO, SEMILLA DE UNA NUEVA CULTURA POLÍTICA
  • Una sociedad del estar juntos: La espiritualidad franciscana tiene en la mira una sociedad del estar juntos, la armonía entre los hombres que no permita ni la destrucción del medio ambiente, del enemigo, del opresor, ni de la identidad étnica o cultural.
  • El valor sagrado de la persona. El movimiento franciscano ve en los hombres hermanos y hermanas. La espiritualidad franciscana rechaza el principio de utilidad que se ha impuesto con tanta fuerza en nuestra sociedad. El hombre es hombre no sólo si es útil y utilizable. Aun cuando alguien no sea apto en el mundo del trabajo, es hombre.
  • Autoconsciencia común: Trabajar sin temor juntos, partiendo de nuestras propias convicciones, con todos los grupos de buena voluntad.
  • Rechazo de la propiedad privada: Francisco y Clara entienden la “pobreza” no sólo como un desprendimiento interior de las cosas, más bien quieren vivir “sine proprio”, “sin propiedad” (cf. 1 R 1,1). En esto radica lo más esencial y lo más profundo, lo que se debe decir y esperar del movimiento franciscano.
  • Alternativa del dinero: Francisco rechazó el dinero para sí y para su comunidad. Su experiencia era: el dinero separa y es en últimas enemigo de la vida. Hoy estamos llamados a desarrollar a ese respecto una nueva sensibilidad y apoyar alternativas existentes para el dinero.
  • Solidaridad con los pobres: En el transcurso de la historia, los franciscanos no han tenido temor de asumir diferentes alternativas económicas dirigidas hacia los pobres; Monte de Piedad, Banco de trigo…”
  • La justicia compasiva y gratuita. En la práctica franciscana de la Justicia va más allá de la distribución equitativa de bienes. La justicia adquiere una dimensión de compasión y cuidado solícito, que lleva a dar a cada cual lo que realmente necesita. La justicia vista desde la alianza y la compasión va más allá de los derechos estrictamente básicos. Supone una relación ligada, obligada a l otro. Relación que nos llama a cubrir los derechos que no pueden ser exigidos por nadie, pero si dados gratuitamente, de tal forma que si no se dan no hay vida posible: consuelo, esperanza, amor, ilusión, alegría…

    LA PRACTICA DE LA JUSTICA EN 2 HECHOS CONCRETOS.
  • Anónimo de Perusa 50. La justicia vista desde la compasión
  • Leyenda de Perusa, 17. El no poseer nada para no agredir y aislarse de lo que es común.
    "Lo que diferencia a lo real de lo irreal está en el corazón, Hagamos real lo que es necesario"

2. LA JUSTICIA PACIFICADORA

Hna. Carmen Pons, hfi

I. LA MINORIDAD, UNA OPCIÓN PACIFICADORA A FAVOR DE LA JUSTICIA
“Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro” (Mt. 6, 24). Este es el conflicto de la historia y el conflicto de la fe. El conflicto de Francisco que le llevó a despojarse de todo
Cristo es la concreción más visible de esta opción. Desde su nacimiento hasta su muerte, Cristo está al lado de los pobres, corriendo su misma suerte y haciendo causa común con ellos. Es más, presenta una visión de la historia que trastoca el pensamiento tradicional y convencional, precisamente porque lo hace desde los pobres. Se pone al lado de los indefensos, marginados, de las víctimas e inocentes, no porque no pequen, sino porque son inocentes de la injusticia. Ante las necesidades de los pobres, Jesús reacciona no con violencia y poder, sino con misericordia y paz, cargando sobre sí la miseria del mundo.
Para Francisco esto es estremecedor y decisivo. Tiene que continuar la misión de Cristo, identificarse con él hasta en la pasión y muerte y empeñar en su vida en el proyecto de fraternidad propuesto e implantado por Jesucristo. Un proyecto que busca la justicia para con los pobres, pero que ha de hacerse en paz, y no desde opciones de muerte, desprecio, exclusión. Es el proyecto del banquete, de la mesa compartida, dando de sí todo lo que tiene para que otros puedan vivir.
Francisco asumió esta misión de Jesús a favor de la justicia, en el proyecto de minoridad y en la misión de la paz. La minoridad hace referencia a un modo concreto y peculiar de trabajar por la justicia y la paz. La minoridad no nos puede llevar:
A una lucha de clases los mayores contra los menores.
A negar aquello que hace que las personas se promuevan: salud, ciencia, trabajo...

ES:

  • Es un modo de ser y hacer las cosas, basado en la cordura y la lucidez de la hermandad: Yo me hago menor y considero a los demás mayores.
  • Rechazar el poder, no por temor a ejercerlo, sino por servir mejor, dando sencillamente lo que uno tiene y es: talentos y alma.
  • El ser hermano menor se convierte en una nueva forma de estar en el mundo, tal como lo describe la Leyenda de Perusa, 97; 101
  • Una nueva forma basada en la encarnación de Jesucristo, el único modelo de acción, el único y principal proyecto de vida. El anonadamiento de Jesús, seguir sus huellas, sin glosa, es lo que conmueve hasta las entrañas a Francisco
  • Hacer lo mismo que hizo Dios: mirar, escuchar, conmoverse, bajar, hacerse uno de tantos, liberar

Esta forma de actuación sólo puede hacerse, según Francisco, aceptando una vocación cordial, que nos da la capacidad de tener un corazón con los mismos sentimientos de Cristo.
Algunas características de este estilo menor.
Francisco no quiere privilegios, para sí ni para sus hermanos, y sus propuestas de trabajo van dirigidas en este sentido, y teniendo siempre en cuenta la realidad social de su época.
Los hermanos deben lavarse los pies unos a otros como señal de servicio mutuo .
Los hermanos estarán sujetos a todos. la relación de obediencia y reverencia a la Iglesia y al orden político, sin juzgar a nadie, pero oponiéndose con misericordia a lo que se aparta del evangelio

II. PARABOLA DE LÁZARO Y EL RICO. “PARABÓLA DEL 7º HERMANO”

  1. EL NOMBRE.
    Es poco frecuente en las parábolas que los personajes tengan nombre. Aquí, el nombre lo lleva el pobre, el que en la sociedad no tiene nombre ni consideración. En cambio, el rico, el fuerte, el influyente, el reconocido y considerado, ese no tiene nombre.
    Lázaro tiene además un nombre muy significativo: “Dios ayuda”. Lo que sabemos del rico lo sabemos desde Lázaro, que es quien revela la ayuda de Dios. Una ayuda que pasa por el conocimiento de la realidad.
  2. LAS MIGAJAS.
    Lázaro desea saciarse, si pudiera, de lo que se arroja debajo de las mesas del rico. Algo mucho más ínfimo que las sobras que se echan a la basura, y con gran peligro de infección.
    Lázaro era tan pobre que deseaba saciarse sólo de estos trozos, porque sabía que a otra cosa no podía aspirar. Era más grande su necesidad que el miedo a morir. Una realidad muy actual: africanos que huyen despavoridos de sus pueblos, refugiados de todos los pueblos, mujeres maltratadas, niños trabajadores, subempleo, presos que se prestan a ser cobayas en laboratorios para encontrar la libertad; cristianos y creyentes de cualquier credo que se enfrentan a su misma iglesia por defender una vida cristiana, una vida humana, sabiendo que serán excomulgados, perseguidos…
    El rico no tiene cuidado de esto. Es insensible. No le importa lo que pueda ocurrir. Sencillamente no se entera de nada de lo que está fuera de sus puertas.
  3. LOS PERROS. Son perros callejeros, abandonados, sin amo, violentos, hambrientos. No permiten que Lázaro coma nada. Son más fuertes que él, están unidos, y lo atacan.
  4. 7º HERMANO.
    La parábola habla de 6 hermanos. El rico, y cinco más. El número perfecto de la Biblia es el 7, que significa plenitud, misericordia, banquete, mesa, Reino, felicidad plena.
    ¿Qué significa Lázaro en referencia al nº 7?. Lázaro es sencillamente el 7º personaje de la parábola, el hermano que falta en el banquete. Lázaro es el que está fuera. Necesitamos de Lázaro para entender la ayuda de Dios. Es él quien la pone en evidencia y la concreta en nuestra experiencia de fe. Sin Lázaro, la ayuda de Dios no se da porque él mismo es esa ayuda, esa señal de que Dios está con nosotros.
    Eso es lo que entendió Francisco y lo vivió hasta el extremo. Esa fue la razón de su empeño por la pobreza. Y esa fue su mejor contribución a un mundo justo y en paz, sin perros callejeros, creados por la abundancia injusta de los ricos. Lázaro y el leproso son la misma persona. Francisco tiene asco del leproso, pero es sensible ante su realidad. Le resulta amargo el saberse generador de ese orden injusto. Y sólo cuando lo integra en su vida, con el beso, es cuando aquella amargura se le convierte en dulzura del alma.

    Jesús es tajante. Ningún milagro salva a quien es incapaz de ver el sufrimiento ajeno. Quien no abre su puerta a la convivencia con el otro, con el que está más allá de su propia frontera, de su propia capacidad para vivir no podrá saltar el abismo. La culpa del rico no es la de ser rico y tener una mesa llena. Su culpa está en no abrir la puerta y dejar que Lázaro, la ayuda de Dios, entre en su casa y convierta su vida en una fraternidad, en el reino. O sea, su culpa es considerarse autosuficiente y pensar que no necesita a nadie.

    La Parábola nos enseña a entender que poner las expectativas en el dinero impide que dejemos un lugar para los demás.

    El evangelio nos llama a no confundir prioridades. La primera de todas es el Reino y su justicia. Lo demás se nos dará por añadidura. El buscar y desear el Reino y su justicia supone abandonarse a la Providencia de Dios, lo que no quiere decir pasividad y pereza, evasión fácil e ingenua de la realidad, sino meterse de lleno en la realidad, trabajar con empeño y solicitud por la justicia, la paz, la integridad de la creación.

    Colocar el centro en el dinero y la injusticia que lo promueve, alimenta y sostiene es una apuesta por la destrucción, la increencia, la insolidaridad individualista y criminal con consecuencias universales e incalculables.

    Ha llegado el momento de escuchar el lamento de la tierra, el grito de los pobres. Es el momento de abrir las puertas y hacer entrar al otro, al que está sentado a nuestras puertas, el que no tiene apariencia de hombre. Es el momento de realizar el pequeño milagro del banquete.

    Francisco, Clara, sus seguidores buscamos crear fraternidad y expansionar, sin condiciones, el amor que Dios nos ha dado. Eso requiere decidirse por sentar nuestra mesa a los expoliados, los lázaros de nuestras calles, de nuestras familias y comunidades. Sentarnos, reconocer, admitir al 7º hermano en nuestra vida. Requiere tener claro que sin dar la vida por la justicia nada es creíble.

    Francisco sabía que no podía solucionar la vida del mundo. Jesús lo supo mucho más dramáticamente. Nosotros también lo sabemos, pero nuestra vida, nuestro pequeño aporte a la vida es imprescindible y fundamental para ir lográndolo. Sin él, algo quedará para siempre por hacer

    CONCLUSIONES:
    Como cristianos y franciscanos no podemos quedarnos en los límites de lo adverso y de la muerte. El ser humano no sólo es materia. Somos hijos de Dios y estamos llamados a ir más allá de la muerte, d e la violencia, de lo injusto

    No podemos conformarnos con la estructura y organización social y política de nuestros países ricos. Hay algo más que unos estados y unas fuerzas económicas. La unidad fundamental de la humanidad hace que salgamos a la calle y defendamos la igualdad de todos los pueblos, que proclamemos la necesidad de que todos los países y organizaciones se superen a sí mismos y se unan en una sola familia que busque el bien para todos.

    No podemos conformarnos con lo logrado por la historia. Siempre hay un reto más, una esperanza más con la que comprometernos. El Reino de Dios hemos de hacerlo y experimentarlo aquí y ahora, sabiendo que es una esperanza que nunca terminaremos de cumplir, un camino que no acabaremos nunca de alcanzar plenamente. Esa es la utopía que nos mantienen vivos.
    "Encontrar en nosotros la fuerza para responder a esos retos es el trabajo por la justicia que se nos pide hoy".

    3. TODOS LOS OJOS SON IMPORTANTES
    Claude Monet se vio obligado a someterse a una intervención quirúrgica de cataratas. Al entrar en el quirófano, el pintor le advirtió al médico que pusiese especial cuidado, pues iba a intervenir los ojos de Monet.
    “Trabajaré, señor –respondió el facultativo–, con el mismo cuidado y esmero que pongo con todos mis pacientes, pues igual de importantes son para el analfabeto sus ojos que para usted los suyos”.

TEXTOS

  • Is. 1, 10-18.
  • Mt. 25, 31 ss.
  • St. 1,27.
  • Mt. 9, 11-13.
  • Mt. 7, 21-23.
  • 1Jn. 3, 9-11.
  • 1Jn. 3, 14-18.
  • Jn. 4, 21-27.
  • Mt 5,20
  • Mt 3,15
  • Juan Pablo II, Iglesia en América, n.56
  • Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Iglesia en América, nn.23, 56 y 60.Pablo II, mensaje de la Jornada Mundial de la Paz 1998